«El miércoles 26 de octubre de 1881 alrededor de las tres de la tarde, el tiempo se paró poco menos de medio minuto cerca del “O.K Corral”. La pólvora, el plomo y la sangre firmaron la crónica y cada vez que lo recordaba parecía revivirlo con renovada intensidad con la irrupción de nuevos detalles añadidos pero también con la misma sensación de desolación que lo invadió entonces.
Los recuerdos le proporcionaban fuerza más ahora que por fin se había decidido a ingresar en un centro donde podían tener mejor cuidado de un hombre en su estado. Ni mujeres ni amigos ni tampoco enemigos lo acompañaban en aquella última partida. Tan solo él enfrentándose a un final largamente anunciado. Ni la escalera de color al rey lo podría librar de la derrota aunque aún le quedaba un ápice de esperanza para continuar «faroleando»…
El hotel sanatorio de Glenwood a pesar de no estar situado en pleno macizo montañoso parecía actuar de apéndice perfectamente ubicado dentro del paisaje árido y rocoso del territorio de Colorado. Un mascarón de proa tallado por la mano del hombre en la proa de un acantilado de piedra sólida esculpida por los caprichos de la naturaleza y la voluntad de Dios
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(Pequeño extracto del relato de mismo título que podéis encontrar vía………..)